Raúl: ¡Que va mi Víctor, eso es un amigo! Nadie quiso ir conmigo y si no vamos la verdad si me quedo dormido en la carretera, eh.
Víctor: No hombre, gracias a ti, hace mucho que no salía así, tu me invitaste y pues gracias.
Raúl quien por cuestiones de trabajo viajo a la ciudad de Zacatecas vivió una extraña situación a su regreso a esta ciudad, de repente de una curva del camino salio una figura que se detuvo delante de él.
Raúl: ¡A viejo! ¿Ya viste eso? ¿Qué será?
Víctor: Parece una señora, tiene sangre, es un accidente, no se a ver, orillate.
Impresionados bajaron del auto y se dirigieron hacia aquella mujer.
Raúl: Señora, ¿Qué le pasa, se encuentra bien?
—Por favor ayúdenme venía con mi esposo y mis hijos, tuvimos un accidente, nos volcamos en la cuneta.
Raúl: No se mueva tranquila señora.
El rostro de aquella mujer estaba lleno de heridas al igual que su torso y brazos, la sangre escurría pintando de rojo su ropa y zapatos.
—Se lo dije, le dije que mejor nos quedáramos en zacatecas, estaba muy cansado para manejar, se quedo dormido.
Víctor: Señora, nosotros vamos a bajar por su familia no se preocupe, Raúl por favor pide una ambulancia.
—Se lo dije, se lo dije.
Víctor: Señora por favor vamos al auto, vamos al auto, por favor señora.
Raúl: ¡Víctor corre, vamos a ver que paso corre vamos Víctor!
Los jóvenes bajaron corriendo por la cuneta e impresionados se detuvieron ante aquella terrible imagen, un auto compacto de color gris plata estaba volcado con las llantas hacia arriba. Un intenso olor a gasolina y plástico quemado se desprendía del lugar y la siluetas de cuatro personas se percibían en el interior.
Víctor: ¡Se esta incendiando, tenemos que sacarlos!
Raúl: No es posible Víctor, ¡Ya están muertos, ya están muertos!
Víctor: No importa, vamos a sacar los cuerpos.
Raúl: ¡Pronto! Vamos por los señores.
Víctor: Tú la puerta.
Raúl: No, no es posible no es cierto.
Víctor: ¿Qué pasa, qué es?
Raúl: ¡Es la señora!
Víctor: Tu sácala, sácala, quien sea.
Raúl: Es la señora que nos detuvo en la carretera, yo digo que es ella.
La primera flama se prendió de repente, los jóvenes estaban tan impresionados que solo atinaron a seguir con su trabajo y cuando lograron sacar los cuerpos del auto...
Los paramédicos se acercaron a los cuerpos pero solo para cubrirlos con un lienzo blanco, ya nada se podía hacer por ellos. Cuando los jóvenes se acercaron a su auto descubrieron que tres de sus puertas estaban abiertas, las del frente donde viajaban ellos y una puerta de atrás, donde aquella mujer se había sentado mientras ellos se acercaban al auto accidentado y al ver el interior una imagen hizo que un escalofrió recorriera sus cuerpos. En el asiento una mancha de sangre todavía fresca resaltaba como queriendo indicarles que ahí había estado sentado alguien herido, lastimado.
Desde entonces, Víctor y Raúl jamás viajan solos y cuando pasan por el lugar donde se suscito el accidente ambos rezan una corta oración frente aquellas cuatro cruces, implorando por el descanso eterno de esas almas.
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